domingo, 7 de diciembre de 2008

Historia ontológica

Existe una discusión realmente importante desde hace mucho tiempo. Grandes pensadores han querido, y pretendido, encontrar la diferencia entre la humanidad y el resto de los seres vivos. La característica que nos hace únicos fue variando con el paso de los años. Por ejemplo, y para no extendernos demasiado, los griegos tan dados a pensar y reflexionar decían que la diferencia estaba en que los hombres razonan. Es decir, el más estúpido de todos podía razonar mejor que el más inteligente de los monos.En la edad media, sin embargo, la visión sobre nosotros mismos cambió. A partir de ese momento lo importante es la fé. Si bien la razón es imprescindible para conocer a Dios, nada tiene "razón" de ser sin fé. Los hombres se veían profundos religiosos, y actuaban en consecuencia (nótese que no hablamos de mujeres aún, ya que la diferencia entre ésta y un mueble todavía no estaba claro). El paso de una edad a otra dejó sus consecuencias:
1- Se reconoce la estupidez humana como importante. El peor idiota y el mono más perspicaz no se distinguen demasiado si el primero no lleva crucifijo.
2- Se reconoce lo trascendental de la fé humana. Es decir, puede abrir las aguas, llenar de amor éste mundo violento y, además, puede mover montañas, o por lo menos, entender que si ésta no viene habrá que acercarse. Así llegamos a la actualidad, mejor dicho a la modernidad. Y aquí la cosa se hace más difícil, porque el mundo se ensancha. En sentido literal, todo el mundo tiene voz y voto para decidir sobre la característica fundamental. Más aún, debemos sumar una nueva variable a la hora de analizar a la humanidad, la mujer machista (de la cual hablaremos en otro texto).El mundo actual es tecnológico, dependemos de ella para lograr ensanchar al mundo. Sin embargo, no es sólo una necesidad, puede formar parte de la solución. Pero para eso, debemos saber cuál es la tecnología más importante y representativa. Recordemos que ahora somos 6.000 millones (poco más, poco menos), por éste motivo utilizaremos el método estadístico. Según muestra un estudio propio[1], la mayoría de nosotros dejaría de lado el aire acondicionado, el baño moderno y hasta el celular, si tiene que elegir entre éstos y su televisor. Entonces, encontramos el vínculo humano mas moderno y desarrollado (es decir, perfecto). Cualquiera puede entender, luego de pasar 15 días frente al televisor sin hacer otra cosa, cuál es la diferencia. Nosotros sabemos distinguir entre lo lindo y lo feo, en cambio para los animales todos los burros son corceles. Pero pasamos por alto algo importante. Los griegos y los hombres de la edad media no se diferencian entre ellos sólo por la cantidad de años que los separa. Comprobamos que en el medioevo no se abandona la particularidad griega, sino que se prioriza otra cualidad. Si fuera una competencia, el primer puesto sería para la fé y el segundo para la razón. Ahora veamos las consecuencias que trae éste nuevo cambio de era. Comencemos por la primer característica: la razón. Según vemos en algunos fragmentos de libros antiguos, la razón era algo que se practicaba constantemente (de ahí la profundidad de sus relatos). Los religiosos del medio evo descubrieron que la estupidez podía ser una variable a tener en cuenta y así lo muestran muchos de los libros que nos han legado. Por lo tanto, ubicaron a la fé como piedra fundamental en la constitución humana. En cambio, los científicos actuales han llegado a un nuevo acuerdo. La estupidez humana es una variable más importante de lo que se pensaba. Por lo menos, así lo demuestran los libros y periódicos modernos.

Conclusión:

Nosotros comprendemos que la razón es fundamental para conocer al hombre y a la mujer machista, sin embargo, la religión constituye un aspecto importante de ellos. Deberíamos priorizar un nuevo aspecto, más moderno y representativo: lo lindo y lo feo. Ahora sabemos que lo lindo es bueno y lo feo es malo. Por tal motivo, continuamos con la escala moral del medioevo y la razón es quien nos permite discernir entre éstos dos polos. Además descubrimos, junto al artefacto tecnológico elegido, que para ser y pertenecer es imprescindible cierta belleza corporal. Ser feo equivale a ser un actor cómico o un villano de novela. Para lograr ser un héroe y actuar con justicia es necesario ser lindo. De aquí se desprende nuestra concepción profundamente moral y racional, junto al nuevo componente. Sin embargo, a las futuras generaciones les queda algo por resolver: la diferencia entre la humanidad televisada y una planta.


[1] Como cualquier estadística actual, se resuelve por medio de un muestreo reducido y luego se amplifica a partir de cálculos matemáticos. En éste caso, debido a que necesitábamos representar a toda la humanidad decidimos extender el número de participantes del primer muestreo. En total fueron consultados 30 amigos.

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