jueves, 20 de agosto de 2009

Editorial Deberes - 19/08

Esta noche hablaremos sobre el deber. Para algunos será un trabajo de arqueología, para otros un estigma recurrente. En primer lugar, y para tomar partido de alguna forma, el deber no es algo que cada uno pueda fabricar. Ni tampoco es muy fácil de romper. Con la sutileza de una sonrisa o con las bondades del azote, los seres humanos se identifican con su historia, presente y futuro.
Los deberes implican obligaciones, una vez que las cosas se ven así ya no tienen retorno. Por lo menos eso nos cuentan quienes perciben los límites de la normalidad. Investigaciones recientes dan cuenta de cierta tendencia natural en los espíritus raritos para buscar “quién sabe qué” en su vida. El desafío es rechazar los valores que encarna el deber general e intentar armarse algunos propios. Nos cuentan que no es fácil, que las equivocaciones están a la orden del día y es en ese lugar donde el alto clero social intenta socavar sus impulsos independientes.
Una vez en el camino y con sus propios deberes, son extremadamente raros. Desde la forma y la intensidad del amor, inclusive sus sueños y el dolor adquieren niveles desproporcionados. Luego de hablar con muchos de esos espíritus llegamos a la conclusión de que el camino trae más tristezas que alegrías. Sin embargo, es auténtico y estos seres suelen dar gran estima a la autenticidad. Aún cuando por momentos deseen un trozo de normalidad, las comparaciones son inevitables. Lo cierto es que, una vez que se pasa algún tiempo con estas personas, el mundo parece mucho más tranquilo, pero luego de unos días, absolutamente desolado.
Para finalizar va esta pequeña anécdota. Se comenta que en el inicio de los tiempos Dios les ofreció a los hombres la posibilidad de transitar ese camino auténtico. El 95% eligió leer libros de autoayuda, el 5% restante se enamoró de Mafalda, Borges, Marx o Nieztche. El 97% alguna vez amó, el 3% no pudo dejar de auto-contemplarse. Lo cual nos deja una enseñanza: dentro del 5% inicial sólo el 2% -luego de chocar contra todas las paredes- posee la capacidad de pensar en los demás, entenderlos y tal vez quererlos. Suena bastante complicado, pero Dios no es un tipo fácil.