jueves, 4 de junio de 2009

Editorial Apertura: Apariencias (03/06)

Cuando hablamos de apariencia, nos remitimos a lo que externamente algo o alguien nos quiere representar. Es la realidad captada por nuestros sentidos de lo que los demás nos ofrecen de sí mismos. En un principio, por lo general, actúa el sentido de la vista, luego pueden intervenir el resto, aunque no necesariamente. Lo que si es inevitable es la aparición de los prejuicios en todo su esplendor. Ante el primer encuentro, el modo de vestir, de gesticular, de caminar, de hablar, etc., remueven dentro de nosotros todos aquellos preceptos recopilados en otros tiempos y de otras experiencias, y nos ponen entre esa persona y nosotros una lista de cosas que aquella debería hacer o tener como propias.
Cada una de las cosas que hacemos también nos ubican en un lugar determinado a juzgar por quien observa. En una actualidad casi regida mayoritariamente por lo estético y superficial, las apariencias están a la orden del día y, como decíamos antes, también los prejuicios. Es así que cruzamos la calle cuando alguien, según nuestra visión, viste de manera sospechosa; o escuchamos el modo de hablar de otro, no sus ideas, e inmediatamente suponemos su nivel cultural o clase social; también nos basamos en el tipo de vestimenta para aventurarnos en arriesgar un trabajo particular o un puesto jerárquico.
Como es costumbre, intentamos analizar a los demás, y olvidamos que nosotros también aparentamos algo, a veces conscientes, otras no. Y en muchas situaciones, emanamos falsas señales hacia el exterior, que pueden significar diferentes pensamientos en los demás.
Quizá profundizando un poco en las apariencias, aunque parezca casi una contradicción, es que tal vez podamos interpretarlas como un fiel reflejo de lo que no podemos ser, siendo esto quizá algo mucho más revelador que otras cosas supuestamente concretas. El problema, por llamarlo de algún modo, radica en que sólo el tiempo nos dirá si lo aparente es tal o si realmente la apariencia deja de ser para ser una realidad.
Lo escencial queda para el que se tome el trabajo de indagar. Y es en esa inversión de tiempo y esfuerzo donde puede producirse algo que no siempre sucede: quedar absolutamente expuestos, desvestidos de apariencias, dándole a la naturalidad el merecido valor y a todos nosotros la posibilidad de ser nosotros mismos.
Eso sí, no se acepta devolución.

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