martes, 3 de marzo de 2009

Sin excusas

Para poder ser más objetivos ante un hecho determinado, y si existe la posibilidad, es mejor estar presentes en el momento en el que sucede y no escucharlo o leerlo en el noticiero o en la primera plana de algún diario, sobre todo porque, sea en uno o en otro, el hecho está teñido de la opinión editorial del medio que se está consumiendo.
Fiel a ésta idea, el domingo al mediodía me senté frente al televisor a ver y escuchar el discurso brindado por nuestra presidenta en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso. Más allá de todo lo que no dijo en relación a cómo se va a intentar afrontar la crisis, cómo se va a resolver el tema del desempleo o cómo nos va a encontrar éste año tan difícil y de tanta incertidumbre, y además de hablar del aumento a los jubilados, de atender a Macri y el conflicto con los docentes, o de acordarse del campo y la Resolución 125, lo más llamativo pero sobre todo contradictorio fue el llamado a conformar una 'unidad nacional'. Digo contradictorio porque que una presidenta hable de unidad nacional sin siquiera mirar al vicepresidente es como mínimo eso. Llamó también 'al diálogo' cuando es una persona que no habla con los medios (o con muy pocos y sectorizados) ni con los representantes de los distintos sectores opositores, porque, como dijo hace unos días su marido, no son opositores, sino 'enemigos'. Habló de 'dialogar sin querer imponer ideas' cuando es una persona por demás soberbia (remitirse a cualquier conflicto con cualquier sector para corroborar datos). Y pidió que 'no se maltratara al sistema democrático'. En Argentina tenemos constitucionalmente un tipo de democracia en la cual las decisiones son adoptadas por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes, llamada democracia indirecta: el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por la Constitución. El problema existente no es que no funcione la democracia, sino que, lamentablemente, nuestra mayor virtud no es saber elegir correctamente.
Hasta acá no he dicho nada nuevo. Muchos coinciden con lo anteriormente mencionado, y está claro que los hechos no nos dejan como alternativa posible estar contentos con quienes nos representan ni estar a gusto con la realidad que se vive. Pero mientras sigamos sin comprometernos desde ningún lugar, irresponsables, sin informarnos antes de votar, consumiendo cualquier tipo de noticia procesada, enlatada, pero sobre todo sin siquiera darnos la oportunidad de pensar, todo ésto va a seguir ocurriendo. Lo que hacemos es el típico deporte argentino, y no me refiero al fútbol: Nos quejamos de la boca hacia afuera, y después que Dios o quien sea nos ayude.
Hace varios gobiernos que nos viene sucediendo lo mismo. O por lo menos desde que tengo uso de razón escucho a gente que está disconforme con los políticos de turno. Y la ignorancia ayuda a que todo siga igual. Cuando hablo de ignorancia no hablo solamente del chico que no tiene acceso a educación, sino también de cada persona mayor de edad que estudia o no, trabaja o no, pero que ni siquiera lee un diario, que no sabe lo que sucede fuera de su esfera, que no se vincula con la realidad más que viviendo, y que a la hora de votar elige a un candidato como quien elige una remera a la hora de vestirse. Recordemos que somos nosotros los que elegimos.
Tenemos al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, a las mujeres más lindas, la avenida más ancha del mundo, pero a la hora de elegir a nuestros representantes no nos podemos decir los mejores. O por lo menos nuestro malestar constante frente a quienes toman decisiones no nos permite nombrarnos como tales. Que ellos no hagan bien su trabajo o no velen por el bienestar general es repudiable, ahora que los ciudadanos votemos con inconsciencia y de manera irresponsable y luego nos quejemos todo el tiempo también lo es.
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Pero basta de escuchar la frase: 'Yo no lo voté...'