viernes, 9 de octubre de 2009

Editorial Apertura: La Culpa (07-10)

La primera novedad que nos trae la culpa es dejarnos atornillados a una situación de la cual preferimos huir. Pero eso no es todo, amigos. Existe una clara tendencia a identificar una cara, un lugar o un perfume como sinónimo de nuestro malestar. Porque la culpa es, finalmente, un sentimiento por demás molesto. Insiste en no dejarnos dar vuelta la hoja, atando nuestro presente a todo lo que alguna vez sucedió. Cuando personificamos la culpa no hacemos más que evadirnos, imaginen que la única reacción esperable ante la cara de la culpa es la evasión.
Como siempre, y para no ser menos, sostenemos nuestras afirmaciones en importantes investigaciones. En este caso, nos basamos en una encuesta exclusiva, de alguno para alguien. En ella dice que más del 99,99% de la población mundial siente o sintió culpa, el resto la dirige. Antes de meternos de lleno en las causas, haremos un pequeño muestreo de los lugares o situaciones en los cuales se manifiesta éste sentimiento. El 15,9% afirma que sintió culpa estando en una relación amorosa; el 13,7% expresó que fue durante una relación de amistad, el 70,4% argumenta que fue bajo relación de dependencia. Ahora nos queda un poco más claro el por qué de los 99,99%. De todas maneras, nada nuevo nos dice el resultado, por ende, debemos adentrarnos en las causas.
Entre las más nombradas encontramos el engaño, decepcionar al otro, no ser lo suficientemente buenos, haber sido indecisos, etc. Como bien reflexiona el público, acostumbrado a nuestras sagaces editoriales, todas las causas se pueden resumir en una. Más aún cuando personificamos o dotamos de cara al sentimiento. En todas ellas existe una negación y, para peor, dirigida a nosotros mismos. Es nuestra historia la que está siendo juzgada.
No aceptar que alguna vez fuimos estúpidos, egoístas, lujuriosos, vanidosos o simplemente humanos, es no poder unificar nuestro recorrido y el aprendizaje necesario para vivir. De tal manera, que negando una parte de nosotros obviamos sentirnos unos idiotas. Sin embargo, la mejor defensa que existe para justificar la idea de Dios es que nadie aprende por lo que le dicen. Aún cuando la biblia fuera un libro que leerlo nos llevara toda la vida, nunca lo entenderíamos. Ahora bien, qué hacer o cómo enfrentar a quien herimos o fallamos es otro tema, lo importante es no negar nuestra propia estupidez. Ella gobierna una parte importantísima de nuestros días, si la ofendemos corremos el riesgo de que se enoje. Y ahí sí que te quiero ver.
Una última cosita, aceptar nuestros errores no nos hace impunes. Digo, por las dudas, creo que ya sabes que no es necesario que salgas con tu compañera o compañero de trabajo. Somos gente grande, che!

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