martes, 10 de marzo de 2009

Dualidad

Hablando sobre el tema de la inseguridad, pero sobre todo del ítem que se desprendió de éste, podríamos intentar hacer el ejercicio de sincerarnos y decir realmente lo que nos generan algunos hechos concretos que suceden dentro de nuestra sociedad.
Cuando, por ejemplo, nos enteramos que una niña fue violada, que asesinan a sangre fría a una persona totalemente inocente, o que hay gente que se muere de hambre mientras vemos que otros se llenan los bolsillos con nuestro dinero frente a nuestros propios ojos, la verdad es que lo primero que deseamos no es que el culpable tenga un juicio justo y que pague en la cárcel por el error que cometió. Y es normal que así suceda.
En un principio, reaccionamos inmediatamente desde la inconsciencia, y lo que nos genera algún hecho como los mencionados es el deseo de que se pague con algo más que con los años en la cárcel que le corresponda al autor del delito. 'Pensamos' de la manera más instintiva, despojados de todo prejuicio moral, y en ese momento creemos que nosotros mismos haríamos justicia si nos uniera algún lazo afectivo con víctima, y que lo mínimo que haríamos sería pagarle con la misma moneda al agresor, o inclusive castigarlo con algo aún peor. En ese primer momento creemos que un violador no merece vivir, o quien mata a un anciano por robarle una moneda tampoco, y que nada tiene solución y que todo es una mierda, como si cada uno de nosotros tuviese el suficiente criterio como para juzgar a la realidad, pero sobre todo, como si alguno de nosotros estuviera habilitado y capacitado, si es que ésto fuera posible, como para decidir si una persona vive o muere, sin darnos cuenta que nos ponemos en el mismo lugar que el asesino al intentar hacernos cargo de su muerte, dejando sin valor a la vida, como él lo hizo al momento de cometer su acto.
Cuando nos ponemos un poco más racionales y podemos tener un cierto control sobre nuestras emociones y analizar las cosas más fríamente, es que nos damos cuenta que no podemos ser los que decidimos sobre la vida y la muerte de los demás. Sale a la luz ahora nuestro precepto moral y sabemos que matar a alguien está mal, que podemos equivocarnos, y nos mantenemos en nuestros cabales porque lo que está bien es no agredir a nadie, aunque internamente existan sentimientos encontrados. Reaccionamos desde nuestra inconsciencia y sentimos desde nuestras vísceras, pero el intelecto se encarga de modificar esa primera reacción y ese sentimiento para terminar demostrando hacia afuera que tenemos una actitud más humanista con respecto a éstos y otros actos.Hablar de la inseguridad y de lo que nos genera es complicado, sobre todo por la intolerancia que existe alrededor de temas tan escabrosos como éste. Es difícil reconocerse en sentimientos 'fachos', en general por la historia inmediata que nos precede, pero ellos forman parte de nuestras miserias también. Y es por eso que viendo los hechos desde afuera, nos creemos del lado de los derechos más humanos, y podemos decir casi sin dudar que la pena de muerte no resuelve nada (de hecho en los lugares donde se aplica no ha bajando el nivel de inseguridad, y sobre todo, no vuelve el tiempo atrás y nos regresa la vida que teníamos antes de sufrir algún hecho lamentable). Pero sí dudamos cuando nos preguntan qué haríamos si algún ser querido sufre alguna violación, un asesinato o algo por el estilo. Porque el límite no está tan claro cuando los sentimentos entran a formar parte del pensamiento. Y el hecho de no creer en la justicia, o de creerla por lo menos lenta, hace que en ocasiones ocupemos el rol de jueces, aunque no nos corresponda y aunque no sea la mejor opción.
Hoy puedo decir desde mi lugar que no soy partidario de la pena de muerte, porque donde sea el hombre el encargado de actuar y decidir, es muy probable que existan errores.
Pero también puedo decir que se necesita algo más que reconocer un problema para poder resolverlo.